martes, 13 de febrero de 2007

JUSTIFICACIÓN

En julio de 2003 mi hija cumplía tres años y un servidor, hacía lo propio -servir, no cumplir años, y menos tres-. Ella empezaba a ir al cole, preescolar, que ahora llaman infantil -he de ponerme al día con las nuevas denominaciones escolares- y por ende, entraba en un nuevo mundo, éste de las obligaciones, de jerarquías, de los roles.

- Papá, ¿tu "seño" es el alcalde?.

- Bueno, hija, podríamos decir que sí.

- ¿Le presentas a él los deberes? ¿Él te dice si está bien o mal?.

- Sí, cariño.

- ¿Y nadie más ve tu trabajo?

- Bueno, tesoro, lo ve la gente. Ese semáforo, aquel resalte (otros llaman "guardia tumbao") En fin, hay cosas de las que hace el papá que las ve todo el mundo.

-¡Jo! ¡Qué difícil!

- Difícil no, mi vida. El papá seguro que hará cosas buenas, y cosas malas, cosas en las que acierte y otras en las que se equivoque.

- Ya, pero las ve todo el mundo.

- Sí, hija, sí. Pero así lo he elegido. Nadie me ha obligado a estar aquí. A eso llamamos "vocación".

- Pues yo seré juez.

- ¿Juez?

- Sí, para que todo el mundo me haga caso. Bueno, seré juez, bailarina, cantante y policía.